El nacimiento de un ser humano se desarrolla en tres etapas:
Etapa de dilatación:
Se inicia con contracciones de la matriz para el ensanchamiento del cuello del útero, de modo que una vez alcanzado un alto grado de dilatación, permita la salida del embrión a través del mismo. Esta primera etapa puede durar varias horas. Es la más pesada para la madre, por lo que la presencia de un acompañante o algún tipo de distracción puede hacer más llevadero el proceso de la dilatación.
Etapa del expulsivo:
Se inicia esta etapa una vez el cuello del útero está totalmente dilatado y las contracciones de dilatación disminuyen considerablemente para dar lugar a un deseo instintivo de empujar. Esto significa que el niño ha atravesado el orificio del útero, que se encuentra perfectamente encajado y preparado para nacer. Esta tapa suele tener una duración mucho menor a la de la dilatación, si no existen complicaciones. Tras el breve reposo al que hemos hecho alusión, el útero encadena contracciones en secuencias de dos minutos. En estos momentos es cuando se puede observar la cabeza del bebé. A continuación saldrán los hombros del bebé, y seguidamente, de manera espontánea todo el cuerpo se deslizará hacia fuera.
La matrona colocará al bebé en el pecho de la madre, momento que toda mujer desearía hacer eterno, y posteriormente se cortará el cordón umbilical del bebé.
Etapa del alumbramiento:
Esta etapa consiste en la expulsión de la placenta y de las membranas ovulares. No dura más de media hora y es bastante menos doloroso que el momento del expulsivo. Durante esta etapa, el tocólogo valorará el canal del parto para corregir cualquier alteración que se haya producido y suturar la episiotomía o el desgarro producido.