La competencia inmunológica del feto comienza a desarrollarse tardíamente en el primer trimestre del embarazo, cuando el feto puede producir todos los componentes del sistema del complemento.
Las inmunoglobulinas perteneces casi en su totalidad a las inmunoglobulinas G maternas (IgG), que comienzan a ser transportadas desde la madre al feto a partir de las 14 semanas aproximadamente. De este modo, el feto obtiene inmunidad pasiva contra ciertas enfermedades e infecciones.
Se han identificado cerca de 400 antígenos en los eritrocitos (células sanguíneas), y aunque la mayoría no genera problemas durante el embarazo, algunos pueden estimular una respuesta de anticuerpos maternos contra los eritrocitos fetales. Este es un ejemplo de isoinmunización, y si la respuesta materna es adecuada, los anticuerpos podrían atacar y hemolizar los eritrocitos fetales originando la enfermedad hemolítica del recién nacido: la eritroblastosis fetal.
Esta puede producir una anemia tan severa que puede llegar a producirse una hidropesía fetal, lo cual lleva a que se presenten varios problemas, incluyendo hinchazón total del cuerpo que puede interferir con el correcto funcionamiento de los órganos del cuerpo y causar la muerte del feto.
Los casos más graves son ocasionados por antígenos del sistema de grupos sanguíneos CDE (Rhesus). El antígeno D o Rh es el más peligroso porque la inmunización puede ocurrir a partir de una única exposición y tempranamente y con intensidad en aumento en cada embarazo sucesivo.
La enfermedad puede ser prevenida mediante la identificación de las mujeres en riesgo utilizando un anticuerpo de detección y el tratamiento posterior con inmunoglobulina anti-D.